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Conversando con Vilma Pérez Blanco - una entrevista de la FxA

Conversamos con Vilma Pérez Blanco (QEPD) sobre su experiencia como estudiante en la Escuela Graduada de Diseño de la Universidad de Harvard en la década de los 50’ y el comienzo de su carrera profesional.


por Víctor Nieto Villalón


Vílma Pérez Blanco - foto El Nuevo Día


En la Fundación por la Arquitectura recibimos una solicitud de parte de una estudiante de Lima, Perú, pidiendo información sobre la arquitecta paisajista Vilma Pérez Blanco. En vez de proveerle información, la pusimos en contacto con Vilma para que consiguiera toda la información que necesitaba, directamente con la arquitecta paisajista. El resultado de su trabajo fue una gráfica de la carrera y obra de Vilma Perez Blanco.


Gráfica por Lizbeth Estela Mejía Coca


Una nota en esta gráfica me llamó mucho la atención: “1950 - Estudió en la Escuela de Arquitectura de la Habana. 1953 - llegó a la Escuela de Diseño de la Universidad de Harvard. Siguiendo las recomendaciones de Josep Lluis Sert cambió de carrera y se graduó en Arquitectura del Paisaje en 1957.”


Me mató la curiosidad de conocer más sobre esa experiencia. La historia de una joven cubana que se traslada a la Escuela Graduada de Diseño de Harvard en la década de los 50’, era algo que tenía que escuchar. Esa época era particularmente interesante porque apenas se empezaba a aceptar las mujeres en las escuelas graduadas de Harvard.


Lo que sigue es una conversación que tuve con Vilma sobre su experiencia como estudiante en la Escuela Graduada de Diseño de la Universidad de Harvard en la década de los 50’ y el comienzo de su carrera profesional.


Hoy, 21 de abril, día de su cumpleaños, queremos recordar aquellos primeros pasos tomados hace muchos años por aquella mujer pionera que sería una de las primeras arquitectas paisajistas de Puerto Rico.


VNV - Víctor Nieto Villalón | VPB - Vilma Pérez Blanco


VNV - ¿Por qué decidiste estudiar arquitectura?


VPB - Yo creo que fue luz divina. Aunque nadie en mi familia era arquitecto, desde muy niña decidí que quería ser arquitecta. En vez de jugar con muñecas jugaba con bloques. Cuando fui creciendo, compré libros para aprender sobre el tema. En esos años las niñas no estudiaban. Cuando yo terminé la escuela elemental tenía 2 opciones: ser maestra o secretaria. Como quería ser arquitecta, tuve que luchar para ir a “high-school''. En Cuba, al “high-school” se le llamaba bachillerato, y a los 17 años, me gradué con un Bachillerato en Ciencias. Después, entré a la Universidad de la Habana. El primer año me colgué. Imagínate, viniendo de una escuela de monjas, la universidad era otro mundo.


Mario Romañach


En mi segundo año me tocó de profesor el Arquitecto Mario Romañach, que en aquel entonces colaboraba con Josep Luis Sert y con Hideo Sasaki en el Plan Piloto de la Habana, y yo tuve la oportunidad de conocerlos.


Proyecto Palacio Presidencial - Plan Piloto de la Habana


En el 1952 la Universidad cerró por una serie de huelgas relacionadas al movimiento revolucionario. Yo estaba muy preocupada. Hablé con Mario y le expliqué que quería seguir estudiando arquitectura y él me dijo que me tenía que ir a Harvard. Gracias a que él conocí a Walter Gropius y a Sert; pude solicitar y me aceptaron en la Escuela Graduada de Diseño de Harvard.


Cuando llegué a Harvard, rápido me di cuenta de que tenía un problema: yo no sabía hablar inglés. Los primeros 3 meses fueron bien difíciles. Ponía la radio y escuchaba las noticias para que se me fuera acostumbrando el oído. Fue un tiempo en donde me sentía muy sola y lloraba mucho. Todos mis profesores me ayudaron de una manera extraordinaria. Sert y su esposa siempre me ayudaban, y Sasaki fue como un ángel para mí.


Hideo Sasaki


VNV - A principio de los años ‘50 existía Harvard College para los hombres y Radcliffe College para las mujeres. Entiendo que las escuelas graduadas fueron las primeras en aceptar mujeres.


VPB - Yo entré en Harvard en uno de los primeros años que se aceptaron mujeres en la Escuela Graduada de Diseño. Todavía Harvard College era de varones nada más. Éramos poquitas mujeres en el GSD en esos años.


VNV - Eso quiere decir que tú fuiste una de las primeras mujeres en graduarse del GSD.


VPB - Definitivamente lo fui, pero en aquel momento yo no estaba consciente de eso. Yo tenía mi mente fija en que quería ser una profesional, y odiaba la idea de que tenía que ser la mujer de alguien. Por ejemplo, en Cuba, mi madre era Margarita Blanco de Pérez, o sea que uno era del marido. Yo nunca me he considerado una feminista rabiosa, pero siempre he creído que tengo los mismos derechos que un hombre.


Walter Gropius

VNV - Ese mismo año en que llegaste a Harvard, fue el año en que a Sert lo nombraron decano de la Escuela Graduada de Diseño.


VPB - Exacto. Walter Gropius había salido ese verano y Sert entró. Cuando llegué, ya Josep Luis Sert estaba allí de decano. De hecho, yo conocí a Gropius en aquel momento. Mario Romañach me había dado una caja de tabacos para Gropius y un perfume, llamado flor de tabaco, para su esposa. Fui a su casa y les entregué los regalitos que Mario les había enviado.

Tuve la oportunidad de conocer a los más grandes del GSD. Todos ellos fueron maravillosos conmigo.


VNV - ¿Josep Luis Sert fue quien te recomendó que estudiaras Arquitectura Paisajista?


Josep Luis Sert

VPB - Yo entré a Harvard para estudiar arquitectura, yo ni sabía que existía la Arquitectura Paisajista. Cuando estaba empezando mi tercer año, Sert me invitó a almorzar un día y me dijo: “¿por qué no cambias a Arquitectura Paisajista? En Cuba hay muchos arquitectos, pero no hay ningún arquitecto paisajista”. Después de pensarlo bien, fui a donde Sert y le propuse un trato: yo me cambio a arquitectura del paisaje, pero ellos me tenían que ayudar a tomar los cursos que yo necesitaba para poder revalidar en Cuba como arquitecta. La realidad es que nunca tuve la oportunidad de revalidar ni trabajar como arquitecta en Cuba. Esos conocimientos me han servido muchísimo para mi trabajo, porque comprendo muy bien a los arquitectos y me ayuda a trabajar con ellos.


VNV - Hoy día el GSD se conoce por tener a arquitectos de primer orden como profesores o conferenciantes. ¿Te acuerdas de algún profesor o visitante que tuvo un impacto especial en tu formación?


VPB - ¡Seguro que sí! En mi segundo año, cuando aún estaba estudiando arquitectura, vino Phillip Johnson a uno de mis jurados. Mi proyecto era un edificio en un balneario. Fui amanecida a mi jurado y presenté mi proyecto. Phillip Johnson estaba muy impresionado con mi diseño. Yo estaba bien orgullosa. En eso, mi profesor me dice: “Vilma, ¿y dónde están las escaleras?” ¡Se me habían olvidado las escaleras! Entonces Philip Johnson dijo: “con escaleras o sin escaleras, ¡este es el mejor diseño!”. Poco después de esto fue que Sert me llamó para recomendarme cambiar a arquitectura del paisaje. ¡Yo creo que el incidente de la escalera tuvo mucho que ver!


Phillip Johnson


VNV - En esos tiempos, Sert establece el Diseño Urbano como disciplina en el GSD. ¿Te acuerdas cuando eso pasó?


VPB - Seguro que me acuerdo. Cuando vino la escuela de urbanismo, ya me estaba graduando. Me dio mucha pena porque creo que me hubiera gustado mucho haber participado de eso. Mi actitud hacia el urbanismo ha sido bien marcada. Yo pienso que el trabajo de uno, tanto del arquitecto y el arquitecto paisajista, no se reduce al predio de mi cliente, sino que tengo ver y tomar en cuenta todo lo que pasa alrededor, y con eso trabajar el diseño.


VNV - ¿En la escuela estaban pendientes de las tendencias arquitectónicas del momento? Por ejemplo, del trabajo de Le Corbusier y de Mies van der Rohe.


VPB - Estábamos en pleno modernismo. Respiramos y vivimos el modernismo, no había más nada. Todo lo clásico y tradicional era considerado arcaico. Por lo menos yo siento que en ese momento me enfoqué demasiado en el modernismo y rechazaba lo tradicional. Después, en mi madurez, me he dado cuenta de los valores de lo tradicional.


VNV - En 1957 te gradúas de la Escuela. ¿Después de eso, qué hiciste?


VPB - En 1957 yo volví a Cuba y un arquitecto llamado Evelio Pina me ofreció entrar en su oficina como socia. Al final terminé casándome con él y tuve a mi hijo Evelio. Teníamos una oficina muy buena, muy prestigiosa. Enseguida llegó la revolución. Castro entró en el ‘59 y yo me fui de Cuba en el ‘60. Llamé a Josép Luis Sert y le pregunté si tenían trabajo para mí en Cambridge y él me dijo: "¡Mañana!" Con mi hijo, que era un bebé, me mudé para Cambridge y tuve la oportunidad de trabajar con Sert, Sasaki y con Gropius.


En eso me escribió una amiga arquitecta de Puerto Rico. Me dijo que Puerto Rico se parecía a Cuba y que hacían falta arquitectos y arquitectos paisajistas. Vine a Puerto Rico durante unas navidades a averiguar cómo era. En aquel entonces, las navidades en Puerto Rico eran maravillosas. Yo me volví loca de felicidad con el clima, la música, el lechón a la varita y todo lo demás. Después de haber visto ese mar gris de Boston, cuando vi el mar azul de Puerto Rico dije: "¡Yo aquí me quedo!"


Felisa Rincón de Gautier (Doña Fela)

Fui a una reunión con Doña Fela. Al ver mi resumé me dijo: “Con este pedigree tú no necesitas ninguna recomendación mía”. Ese mismo día hizo tres llamadas, y conseguí tres empleos. Opté por ir a trabajar en la Junta de Planificación. Siempre el diseño urbano me atraía mucho, y lo más cercano que había aquí era la Junta de Planificación. Allí estuve 10 años y aprendí muchísimo. Uno de mis trabajos en la Junta fue revisar los planos de diseño urbano con los ingenieros, donde aprendí sobre qué no se debe hacer. Miraba con horror lo que se hacía en las urbanizaciones con los alcantarillados y el manejo de las aguas pluviales. Las inundaciones que estamos sufriendo hoy en día vienen de ese “boom” de urbanizaciones que hubo en los ‘60.


VNV - Después de trabajar en la Junta de Planificación, ¿cómo entraste en la práctica privada?


VPB - Toda mi vida he tenido una suerte loca. Para ese tiempo ya yo tenía 4 hijos y ellos me necesitaban más tiempo en el hogar. Yo había estado pensando en irme de la Junta. Ese año habían empezado a construir el nuevo hipódromo, el Comandante. Había un ingeniero inglés trabajando en el proyecto. Él me dijo que iban a necesitar un arquitecto paisajista para trabajar con el lago de retención de agua. Para los ingleses, la arquitectura paisajista es muy importante. Renuncié a la Junta y comencé a trabajar en los planos de mi primer cliente en la mesa del comedor de mi casa. Después de ese proyecto -que tuvo mucha publicidad- me llegaron muchos trabajos, y hasta el sol de hoy he seguido trabajando.


Hipódromo El Comandante, hoy día Hipódromo Camarero - foto colección Hipódromo Camarero


VNV - Reflexionando un poco sobre lo que me has contado sobre los inicios de tu carrera profesional, ¿qué consejo tendrías para un estudiante o profesional joven arquitecto o arquitecto paisajista?


VPB - Hay que ver y aprovechar las oportunidades. Nunca decir que no; ser valiente y tirarse. Uno siempre debe seguir sus principios y sus ilusiones. Esta carrera es dura y sacrificada, pero vale la pena.


Mi agradecimiento a Lizbeth Estela Mejía Coca, Evelio Pina, Olga E. Angueira, Maricarmen Conaway y el equipo del Hipódromo Camarero. Finalmente mi agradecimiento a Vilma, por su tiempo y esfuerzo dedicado a la Fundación por la Arquitectura, y por sus innumerables aportaciones a nuestro país.


Víctor Nieto Villalón



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